LOS OTROS CEMENTERIOS INGLESES EN ESPAÑA

¿Sabías que además del de Málaga hay otros cementerios ingleses más o menos conocidos? Sigue leyendo y conocerás su historia.

En España existen casi 30 cementerios designados como británicos, ingleses, americanos, anglicanos, protestantes, no católicos, o con denominaciones similares, no todos pertenecen al Reino Unido. Algunos son realmente británicos, mientras que otros pertenecen a naciones como Estados Unidos, Alemania o Suecia.

De los aún se mantienen, algunos son propiedad del gobierno británico y están integrados en la Fundación Cementerios Británicos en España, como el de Bilbao, Madrid o Valencia. Otros como los de Málaga, Camariñas, Tharsis, Riotinto, Linares y Denia son británicos aunque ya no pertenezcan a la Corona Británica. (Fuente: https://britishcemeteriesspain.org/foundation/).  

La mayoría fueron establecidos tras la promulgación de un Real Decreto en abril de 1830, que autorizaba a representantes de la comunidad británica en España a comprar un terreno en el que los no católicos británicos pudieran recibir el estatuto oficial de enterramiento cuando murieran en territorio español.

La solicitud para establecer un cementerio británico se presentaba por el cónsul británico local que, en nombre de la Corona Británica, compraba una parcela para ello. No obstante, en las zonas mineras o industriales, el terreno fue comprado por empresas británicas, o por miembros de las comunidades locales británicas, bien por suscripción general o la generosidad de ciertas familias o individuos bien situados. En la actualidad estos cementerios acogen a personas de distintas nacionalidades y credos.

En el distrito de Carabanchel, en el cruce entre las calles Inglaterra e Irlanda, se esconde uno de los secretos mejor guardados de Madrid: el Cementerio Británico. Su historia está llena de incógnitas y de personajes ilustres de distintos credos y nacionalidades. Son numerosos los personajes conocidos enterrados allí. El fundador del Circo Price, William Parish, la familia Loewe, el pintor Albert Sheldon Pennoyer (quien jugó un papel importante para recuperar las obras robadas por los nazis en Europa) o Margarita Taylor, fundadora del Salón de té Embassy, son algunos de ellos. Pero uno de los nombres que más resonarán entre aquellos conocedores de la cultura castiza es el de Emilio Lhardy, fundador del restaurante Lhardy en 1839, que continúa hoy abierto en el número 8 de la Carrera de San Jerónimo. (Fuente: https://madridsecreto.co/cementerio-britanico-madrid/).

Del Salón de té Embassy o del restaurante Lhardy hablaremos en otra ocasión, ya que tienen historias muy interesantes relacionadas con la Segunda Guerra Mundial.

Muchas de las personas enterradas en el Cementerio Británico de Valencia eran marineros o comerciantes relacionados con el puerto de la ciudad, mientras que otros eran ingenieros que ayudaron a desarrollar las líneas ferroviarias locales. También podría haber miembros de las Brigadas Internacionales de la Guerra Civil española, judíos turcos huyendo del Holocausto, comerciantes, ingenieros, ex-cónsules e incluso el fundador del Valencia Tenis Club.

Dentro del cementerio británico de Bilbao hay un área que contiene 56 sepulcros de guerra de la Commonwealth así como algunas otras víctimas de la guerra. La mayoría de estos hombres fueron originalmente enterrados en cementerios dispersos a lo largo de las costas norte y oeste de España, principalmente en Galicia, donde el mantenimiento permanente de las tumbas no podía ser asegurado.

En Mahón, Menorca, existe un rincón de lo más pintoresco: el llamado «Cementerio de los Ingleses». A pesar de conocerlo por este nombre, tan sólo hay un inglés enterrado allí. Los demás son marineros estadounidenses que murieron durante la estancia de la U.S. Navy en Menorca entre los años 1818 y 1870. (Fuente: https://lamochiladelaura.com/2013/07/05/cementerio-de-los-ingleses-menorca/)    

 

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CUANDO FRANCO INVADIÓ TANGER

Es posible que muchos de vosotros y vosotras no sepáis que España invadió Tánger en junio de 1940 y que dicha ocupación se mantuvo hasta 1945, año de finalización de la Segunda Guerra Mundial. María Dueñas escribió sobre ello en su novela «El tiempo entre costuras»

En 1912 se instauró el Protectorado hispanofrancés en Marruecos, que quedó dividido en dos partes asimétricas siendo el norte la parte asignada a España. La zona española era un territorio pobre, montañoso y habitado por tribus belicosas. Además fue desprovista de su enclave más importante, la ciudad y el puerto de Tánger, así como de su zona de influencia, de gran valor no sólo comercial sino también estratégico. Era la otra puerta o llave del estrecho, junto con Gibraltar. Los sucesivos gobiernos españoles protestaron por la humillación que suponía que el enclave tangerino, considerado la «joya» de su zona, hubiera quedado fuera de la influencia española en Marruecos, pero no consiguieron nada.

Para Tánger se estableció la llamada Zona Internacional bajo el mando de una comisión de varios países europeos. No obstante, Francia confirmó en 1923 su posición hegemónica. Su estatus de ciudad internacional la convirtió en un punto de encuentro de culturas y su permisividad en materia impositiva, en un paraíso fiscal. Eso motivó la ubicación allí de muchas empresas multinacionales de la época.

La Segunda Guerra Mundial proporcionó a Franco la excusa perfecta para enmendar a su manera lo que consideraba una ignominia para España. El 14 de junio de 1940, día de la entrada de las tropas alemanas en París, España ocupó Tánger con una columna de ocupación formada por tropas indígenas apoyadas por unidades españolas. El argumento utilizado fue garantizar la neutralidad de la Zona y la ciudad de Tánger. El Gobierno español iba a encargarse, provisionalmente, de los servicios de Vigilancia, Policía y Seguridad de la Zona, garantizando que todos los servicios continuarían funcionando con normalidad.

La ocupación se realizó de manera tranquila y pacífica. Hitler felicitó a Franco por su acción e Italia envió una nota de felicitación. Ni Francia ni Gran Bretaña hicieron nada, a pesar de que Tánger constituía uno de los principales intereses de Gran Bretaña en la zona del Estrecho. Ambas tenían problemas más mayores de los que preocuparse

Pronto se dictaron normas para que el ambiente de Tánger fuera similar al de cualquier ciudad española, con lo que ello conllevaba en esos momentos en los que Falange controlaba el gobierno y la moral, con el completo apoyo de Franco y la iglesia. Se prohibió que los comerciantes utilizaran otra lengua que no fuese el español para sus anuncios y letreros e incluso las playas adquirieron un aspecto hispánico, ya que los únicos modelos de bañador que se permitió exhibir en las playas eran igual de recatados que en la Península. La vida económica de Tánger en los años de la guerra, muy complicada por el desabastecimiento, dependió básicamente de la ayuda aliada. A cambio de esa ayuda económica, Gran Bretaña mantuvo la libertad de movimientos de sus súbditos, la inviolabilidad de sus domicilios, el libre funcionamiento de las instituciones británicas así como la libre entrada y salida del puerto de los buques mercantes británicos.

La ocupación española ocasionó la parálisis del turismo, el paro y la pobreza, logrando que Tánger perdiera su antigua vitalidad. En diciembre de 1941 se impuso el mismo sistema de racionamiento que funcionaba ya en España y en el Marruecos español. Mientras tanto, en el mercado negro podían adquirirse todo tipo de productos a precios altísimos. Al cabo de tres años de ocupación el aspecto general de la ciudad era de deterioro y abandono ya que no se había acometido ningún trabajo de reparación en las calles y edificios. El dinero obtenido con el incremento de los impuestos, que en teoría debía destinarse a obras sociales, se dedicó en buena parte a la compra de propiedades para aumentar la presencia de «intereses españoles» en la zona.

Para lograr que España no entrara en la guerra a favor del Eje, Gran Bretaña adoptó una política de apaciguamiento con el gobierno franquista, que en Tánger se tradujo en un reconocimiento de hecho de la ocupación española. Además no dudó en sobornar a varios generales cercanos a Franco para asegurarse la neutralidad. El general Orgaz, que sustituyó al muy germanófilo General Asensio como Alto Comisario del Protectorado en mayo de 1941, fue uno de ellos. Sin embargo, pronto quedó claro que Orgaz no tomaría iniciativa alguna sin contar con el beneplácito de Franco.

Desde que tomaron el enclave, las autoridades españolas ejecutaron una política favorable al Eje y comenzó a respirarse un ambiente intensamente germanófilo. El consulado de Alemania en Tánger se convirtió en uno de los principales centros de espionaje y propaganda política del III Reich en el extranjero, el cuartel general de la actividad anti aliada en el Norte de África. Por otro lado, Tánger fue una base fundamental de operaciones de inteligencia para los aliados, que solo contaban con esta ciudad y Gibraltar.

Los servicios secretos de los dos bandos en conflicto usaron la valija diplomática en Tánger para introducir clandestinamente explosivos y llevar a cabo operaciones de sabotaje, tanto en Tánger como en el Marruecos francés. En febrero de 1942 se produjo un grave incidente en el puerto cuando una bomba estalló haciendo saltar por los aires las diez valijas británicas que acababan de ser descargadas del buque que las transportaba desde Gibraltar. Hubo once muertos y treinta y seis heridos de los que una parte eran británicos. El SOE (Special Operations Executive) británico utilizó la ciudad como base para sus operaciones en el Norte de África, antes y después del desembarco aliado. La consecuencia más clara e inmediata del desembarco aliado en el norte de África (8 de noviembre de 1942) fue que los intereses británicos en Tánger sufrieron un acoso sin precedentes por las autoridades españolas incitadas por Alemania.

En mayo de 1944 los aliados firmaron un acuerdo con España y Franco se comprometió a tomar medidas concretas contra Alemania. El 16 de mayo se clausuró el consulado alemán en Tánger, aunque se permitió a los funcionarios alemanes seguir enviando telegramas cifrados y se les dio mucho tiempo para abandonar el edificio. Desde allí los agentes y personal del Consulado se trasladaron al protectorado español donde el mismo general Orgaz los amparó.

En 1.945, al final de la Segunda Guerra Mundial, España devolvió la ciudad a su estatus internacional. El 11 de octubre sería restablecida la administración internacional por iniciativa de los gobiernos norteamericano, británico y soviético.

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LA CIUDAD DE MÁLAGA Y EL CEMENTERIO INGLÉS

La historia de Málaga en los dos últimos siglos está innegablemente asociada con el Cementerio Inglés. Prueba de ello es que dos de los lemas del escudo de la ciudad están directamente relacionados con él.

La «MUY HOSPITALARIA», establecido el 1 de enero de 1901 por Real Decreto, está relacionada con la actuación de los malagueños en el hundimiento de la fragata imperial alemana Gneisenau, en diciembre de 1900.

Este buque, ya algo obsoleto, pertenecía a la serie Bismark y era utilizado como buque-escuela, siendo habitual su presencia por esas aguas y en el puerto de Málaga.

La fragata, a las órdenes del comandante Kretschmann, se encontraba fondeada fuera del puerto de Málaga a la espera de recoger a un diplomático de su país para una misión en Marruecos. Las autoridades de Marina recomendaron el 15 de diciembre de 1900 al capitán del buque la conveniencia de atracar en el interior del puerto debido a la inminente llegada de un fuerte temporal de Levante, petición que fue ignorada.

La mañana del 16, el Gneisenau rompió los cabos de sus anclas y se produjo un terrible choque contra el dique de Levante del muelle malagueño y el posterior hundimiento. En el incidente hubo numerosas víctimas mortales, tanto entre la tripulación como de los ciudadanos malagueños, que al enterarse del accidente acudieron a socorrer a los alemanes. Las crónicas hablan de 12 fallecidos malagueños en el rescate.

Los fallecidos alemanes, entre los que se encontraban el comandante, el primer oficial. el ingeniero jefe y otros 39 marinos fueron enterrados en el Cementerio Inglés, donde un mausoleo recoge sus restos.

El Hospital Noble prestó innumerables servicios, ingresando allí centenares de marineros del naufragio.

Joseph William Noble, cuyos restos reposan en el Cementerio Inglés de Málaga, fue un médico y político inglés que llegó a ser alcalde de Leicester. Falleció de un ataque de cólera en Málaga en 1861 cuando se encontraba de viaje para mejorar su salud. Tras su muerte, sus hijas Ellen Ann y Margaret construyeron el Hospital Noble en Málaga, para atender a los vecinos y también a los marineros de diferentes nacionalidades que llegaran al Puerto de Málaga, según la voluntad de su padre.​

Un año después del naufragio, en la reunión de Cabildo del día 25 de septiembre de 1901, se leyó un comunicado del cónsul de Alemania, adjuntando una lista con los objetos donados por el emperador alemán con destino al Hospital Noble, en agradecimiento por los servicios prestados en dicho establecimiento a los damnificados de la fragata Gneisenau.

Años después, el pueblo alemán, con motivo de la riada del año 1907 y en agradecimiento por la ayuda al Gneisenau, donó un puente de hierro frente al convento de Santo Domingo, para sustituir el de madera que se había destruido en la inundación.

El lema que la titula «La MUY BENÉFICA» fue otorgado por Real Decreto de 28 de febrero de 1922 y hace referencia al apoyo de Málaga a los soldados de las guerras en el Rif marroquí.

Allí jugó de nuevo un papel fundamental el Hospital Noble, especialmente tras el denominado «Desastre de Annual» en el que fallecieron más de diez mil españoles presuntamente por la negligencia y temeridad de la dirección de las operaciones. El Hospital Noble, entre otras instituciones malagueñas, se volcó en ayudar a los heridos que llegaban al muelle de Málaga principal punto de llegada de los militares enfermos y heridos evacuados desde Melilla. La ciudadanía y diversas instituciones ayudaron a sufragar los costes económicos de esa atención sanitaria.

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JACK EL DESTRIPADOR Y LA CORONA BRITÁNICA

¿Sabías que algunos investigadores aseguraron que quien se escondía tras ese apodo era el príncipe Alberto Víctor de Clarence y Avondale?

Alberto Víctor de Clarence nació el 8 de enero de 1864 y era el hijo mayor de Alberto Eduardo, príncipe de Gales —futuro rey Eduardo VII—, y de Alejandra, princesa de Gales. Era nieto de la reina Victoria del Reino Unido.

Conocido familiarmente como «Eddy», nunca sobresalió intelectualmente por problemas físicos desde su nacimiento. Estuvo unos años en la Armada como Cadete Naval y Guardiamarina, recorriendo el mundo hasta los dieciocho años. Entre 1883 y 1885 asistió al Trinity College en Cambridge, mostrando poco interés en la atmósfera intelectual, aunque si se involucró en el resto de la vida universitaria. Tras dejar Cambridge en 1885, se anunció su nombramiento como oficial en el Décimo Regimiento de Húsares y en 1887 fue ascendido a capitán.

En julio de 1889, la policía metropolitana descubrió un burdel masculino en la calle Cleveland de Londres y al parecer uno de los clientes era lord Arthur Somerset, uno de los asistentes personales del príncipe de Gales. El escándalo implicó a otras personalidades de la sociedad británica y los rumores entre la clase alta hablaban de la participación de un miembro de la familia real: el príncipe Alberto Víctor, aunque nunca se probó nada contra él.

En octubre de 1889, Alberto Víctor partió en una gira de siete meses a la India británica y la prensa extranjera sugirió que el viaje era para evitar los chismes a raíz del escándalo. Durante ese viaje conoció a la señora Margery Haddon, que al regresar a Inglaterra declaró que era el padre de su hijo Clarence Haddon. En una declaración a la policía los abogados de Alberto Víctor admitieron que hubo «alguna relación» entre el príncipe y la señora Haddon, pero rechazaron el reclamo de paternidad.

Tuvo varias novias, entre ellas la princesa Elena de Orleans, hija del príncipe Felipe, conde de París y bisnieta del rey Luis Felipe I, el último rey borbón de Francia. La reina Victoria se opuso al compromiso porque Elena era católica.

En 1890 se rumoreó que el príncipe sufría «una forma leve de enfermedad venérea» y en 1891 fue objeto de chantaje por parte de dos prostitutas.

De manera bastante sorpresiva por la rapidez del noviazgo y su cercanía a rupturas anteriores, en diciembre de 1891 Alberto Víctor de Clarence propuso matrimonio a la princesa María, hija de una prima de la reina Victoria. Ésta ostentaba el título de princesa de Teck, del Reino de Wurtemberg, antiguo estado del suroeste de Alemania. La boda se fijó para el 27 de febrero de 1892.

Cuando sus planes de matrimonio y su nombramiento como virrey de Irlanda eran objeto de debate, Alberto Víctor enfermó de gripe y falleció de neumonía el 14 de enero de 1892, menos de una semana después de su vigésimo octavo cumpleaños.

Numerosas teorías de conspiración rodearon la muerte de Alberto Víctor. Como que murió de sífilis o envenenado, que lo empujaron a un precipicio por instrucciones de lord Randolph Churchill o que fingieron su muerte para sacarlo de la línea de sucesión al trono, aunque se han demostrado falsas.

En el funeral, María de Teck colocó su corona nupcial sobre el ataúd. El príncipe fue enterrado en Albert Memorial Chapel, adyacente a la capilla de San Jorge en el castillo de Windsor. Tras su muerte, la reina Victoria siguió favoreciendo a María de Teck como candidata ideal para casarse con un futuro rey. Su relación con el hermano de Alberto, el príncipe Jorge, duque de York —ahora en segundo lugar en la línea de sucesión al trono—, se estrechó durante el periodo de luto compartido.  Se comprometieron en mayo de 1893 y se casaron el 6 de julio de 1893 en la Capilla Real del palacio de St. James en Londres.

La mayor parte de la prensa británica trató a Alberto Víctor con mucho respeto durante su vida y los comentarios cercanos a su muerte estaban llenos de alabanzas. Sin embargo, la reina Victoria hizo mención a la «vida disipada» de su nieto en unas cartas que escribió a su hija mayor, que más tarde fueron publicadas y en el siglo XX, los biógrafos oficiales de la reina María y el rey Jorge V, lo retrataron como un vago, mal educado y físicamente débil, además de insinuaciones sobre su homosexualidad.

En 1962 salieron a la luz por vez primera las suposiciones de que Alberto Víctor pudo estar relacionado con los asesinatos de Jack el Destripador. Aunque estas teorías se han repetido con frecuencia, los académicos las califican como fantasías y hacen referencia a las pruebas indiscutibles de la inocencia del príncipe.

La reputación póstuma de Alberto Víctor llegó a ser tan mala que alguien declaró que su muerte había sido «un acto misericordioso de la providencia», aseveración que apoyaba la teoría de que su muerte eliminó un heredero al trono inadecuado y lo reemplazó con el confiable y sobrio Jorge V. Se dijo también que su reputación fue menoscabada por biógrafos deseosos de mejorar la imagen de su hermano Jorge.

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EL CEMENTERIO INGLÉS DE MÁLAGA (I)

Si no eras una persona católica, tu entierro en Málaga asumiría tintes dantescos hasta mediados del Siglo XIX. Las autoridades malagueñas de la época solo permitían enterrar los cadáveres en la playa, de noche, a la luz de las antorchas, de pie, en la arena, dejándolos a la merced de las olas, perros y otras alimañas. No era raro que alguno de estos cadáveres, o parte de ellos, aparecieran en el muelle tras ser devorados por los perros y arrastrados por la corriente.

Cuando William Mark llegó a Málaga en 1816, tras una exitosa carrera en la Royal Navy, fue testigo de esa bárbara costumbre. Gran defensor de los derechos de su comunidad luchó por obtener un lugar digno para los enterramientos protestantes. Al ser nombrado Cónsul en 1824 puso toda su dedicación en buscar un terreno que sirviese de cementerio para que pudieran ser inhumados con dignidad. En 1829 las autoridades malagueñas le cedieron un terreno despoblado en las afueras de la ciudad cerca de la carretera de Almería y el cementerio inglés se hizo realidad, siendo así la necrópolis protestante más antigua de la España peninsular.

Según el registro de enterramientos la primera persona que fue inhumada en el nuevo cementerio fue Mr. George Stephens, propietario del bergantín “Cicero”, que se ahogó accidentalmente en el puerto de Málaga en enero de 1831. Posteriormente, aunque ese mismo año, se levantó un muro y la primera persona en ser enterrada intramuros fue Robert Boyd, fusilado en Málaga por su participación en la insurrección fracasada de los liberales en diciembre de 1831 junto con el general Torrijos. Su cadáver fue el único de todos los fusilados aquel día que fue separado de los demás, cuyos cuerpos fueron trasladados al Cementerio de San Miguel. Los restos mortales del revolucionario irlandés fueron recogidos por el cónsul William Mark y descansan en el cementerio primigenio, convirtiéndose en el primer ocupante de ese espacio.

El Cementerio Inglés está ahora integrado en la ciudad y cercano a la plaza de toros. Como no es una finca muy grande y está ubicada a media ladera, las sepulturas están dispuestas en terrazas o bancales, unidos por caminos en cuesta. Además de su valor histórico como camposanto protestante más antiguo de la península, ostenta un importante valor botánico (con más de cien especies provenientes de todo el mundo), epigráfico (con inscripciones en lenguas de países de los cinco continentes y de casi todas las religiones) y artístico (con esculturas de autores tanto británicos como locales).

Casi todas las tumbas están relacionadas con el mar, ya sea por las guerras o por el comercio británico a lo largo del mundo. Allí reposan los restos de los oficiales y marineros de la Marina Imperial Alemana fallecidos en el naufragio de la «Gneisenau». Además cobija, entre muchas otras de las que ya hablaremos, las tumbas del poeta Jorge Guillén y del hispanista Gerald Brenan, uno de los últimos inquilinos notables. 

En el viejo cementerio en que yacen los marineros / en tristes tumbas grises de conchas adornadas / bajo el doblar de las campanas a cinco brazas / el coral está hecho de huesos… (Gamel Woolsey).

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CHACÓN. LA MUJER QUE PUDO GOBERNAR

Autora: Joana Bonet. Editorial: Península

Hace unos días terminé este libro que llevaba un tiempo en mi poder pero que nunca encontraba el momento para leerlo. Los viajes en tren al V Congreso de Escritores en Gijón me dieron esa oportunidad. El viaje de Valladolid a Gijón dura más de tres horas y media, lo que facilitó su lectura.

Debo decir que a la vuelta esa lectura se vio perturbada por la mala educación de un niñato, no se me ocurre ningún adjetivo más suave. Desde que subió al tren en León hasta que yo me bajé en Valladolid no dejó de hablar por teléfono en el asiento, sin hacer el menor ademán de salir al vestíbulo del vagón. Todos los viajeros nos enteramos de sus aventuras o más bien desventuras amorosas de ese fin de semana en Ponferrada. Me abstengo de más comentarios, aunque solo esa experiencia daría para una conferencia sobre educación o mejor dicho, nefasta educación cívica.

Volviendo al libro, debo decir que cuando me enteré de su publicación, en abril de este año, lo encargué y lo deposité en mi rincón de libros pendientes. Allí otros esperan su turno mirándome con nostalgia para que me anime a cogerlos.

Carme Chacón es una mujer a la que admiré y que no me cabe ninguna duda de que hubiera sido una estupenda Presidenta de Gobierno. Solo conociendo desde fuera, a través de los medios, sus actuaciones ya me parecía interesante, pero al profundizar en su perfil personal gracias al libro mi admiración hacia ella se ha incrementado exponencialmente.

La autora del libro, Joana Bonet, periodista y escritora era amiga suya y ha reflejado de una manera muy objetiva su breve existencia. Carme murió un mes después de cumplir 46 años. Esa objetividad no es una cortapisa para que, al leer, te emociones y se te remueva algo por dentro.

Con unas raíces familiares que la anclaban a la lucha por la democracia, no eligió el camino fácil que le ofrecía la academia, sino que optó por bajar al barro de la política, comenzando por la local.  Terca, luchadora, concienzuda y seria serían los adjetivos que yo le dedicaría. Su enfermedad nunca la desanimó ni le impidió cumplir sus propósitos, como tener un hijo.

Sin intención de hacer ningún espóiler, debo decir que tanto su partido como algunos de sus dirigentes más conocidos no salen demasiado bien parados. Como he dicho antes, la objetividad de la autora es cristalina.

Creo que es un libro imprescindible para conocer un periodo concreto y convulso de la historia de la democracia en España y que deja bien claro que nos queda mucho que andar y aprender si queremos crecer y mejorar como sociedad. También nos enfrenta a las diferentes maneras de cumplir las responsabilidades inherentes a un cargo como el Ministerio de Defensa y cómo actuar ante las muertes de nuestros y nuestras militares.

El reto que planteó Carme Chacón, mujer, catalana y socialista no se resolvió de la mejor manera, nos acobardamos. Se apostó por la continuidad y el predominio masculino. Por desgracia creo que, aún hoy, seguimos sin estar preparados para ello.

Creo que es una lectura imprescindible, emotiva pero muy agradable y que no dejará a nadie indiferente.

Espero que os guste!

Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Valladolid, 16 de diciembre de 2022

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CAMBIO DE RUMBO

Hoy he entrado en el blog y me he dado cuenta de que mi última publicación es de hace un año, en concreto del 5 de diciembre de 2021. Es el último relato que escribí antes de cambiar de rumbo literario.

Desde entonces he abandonado el Taller de Escritura —sin dejar de lado a los amigos y amigas de este— y me he dedicado a la novela a tiempo completo, además de a mis labores profesionales. Ya tenía una terminada y a falta de editorial, asunto que se solucionó por esas fechas.

«El primer muerto», publicado por Editorial Adarve, espero que no tarde demasiado en ver la luz y estar a disposición de quien desee leerlo, que espero que sean muchas personas.

A la espera de la corrección por la editorial y la recepción de las galeradas me metí de lleno con mi segunda novela, que guarda pocas semejanzas con la anterior. En esta ocasión he pasado de la ficción política a la ficción histórica.

La editorial Angels Fortune Editions y su creadora Isabel Montes han creído en mí y se van a encargar de ayudarme para hacerla llegar a un público cada vez más exigente. Os mantendré informados del devenir de esta publicación.

Como os decía, era necesario un cambio de rumbo en el blog, para acercarlo más a mis actuales vicisitudes literarias y convertirse un vínculo de comunicación permanente con mis lectores y lectoras actuales y potenciales.

Mi intención es que se convierta en un cajón de resonancia para mis actividades literarias, pero también para transmitir mi opinión sobre lo que leo, que intento que no sea demasiado poco.

También os hablaré aquí de la asociación de escritores a la que pertenezco, actualmente denominada Asociación de Escritores Noveles y a punto de transformarse y refundarse para hacer frente a los nuevos retos que configuran el entorno.

Espero que os resulte interesante esta nueva era y agradecería todos vuestros comentarios, incluso aunque sean positivos. El otro día, en el V Congreso de Escritores al que asistí en Gijón, escuché una frase a José Luis Martín-Nogales, eminente crítico literario. Decía que la reseña más negativa es el silencio.

Seguimos en contacto.

Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Valladolid, 8 de diciembre de 2022

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Vacío

Sabía que me arrepentiría por tomarme otro café, pero al carajo, solo se vive una vez, aunque sea como un perro.

A mi espalda, en una pared que en su día fue blanca, una ventana abierta sobre la vida. Una vida a la que llevaba tiempo sin atender.

Entre las penumbras distinguía a algunos parroquianos que, como yo, apuraban su existencia y su café sin degustarlos, con desgana e indiferencia. Era un garito como tantos otros, en un barrio aburrido como tantos otros.

Alguna vez fui alguien, incluso llegué a amar, pero el tiempo que todo lo calma me arrastró a la orilla como esos pedazos de madera o cristal que han perdido el brillo y la identidad por efecto de las olas, y todos se parecen.

Hasta las rutinas eran similares. Dormir, malcomer, vegetar frente a la taza de café o el vaso de vino peleón para regresar a una casa vacía, donde una televisión vacía rellenaba las horas que quedaban hasta irse al catre. Era una carrera por dejar pasar el tiempo sin felicidad ni sobresaltos hasta la hora de ir a visitar el huerto del señor cura o, como decían los ancianos de mi pueblo, «a ver crecer las lechugas desde abajo».

Las arrugas y la pérdida de pelo que el espejo me devuelve cada mañana me indican el paso de los años. Otros cambios pasan más desapercibidos, pero están presentes. La vista y el oído ya no son lo que eran, pero para lo que hay que ver o escuchar no me afectan demasiado. Más me molesta no poder pasar una noche entera sin tener que levantarme por culpa de la maldita próstata.

El otro día, buscando otra cosa, encontré en un cajón un pañuelo que no era mío. El escaso perfume que todavía lo impregnaba me transportó a otra dimensión, quizá a otro planeta en el que algún día fui feliz. La sensación apenas duró un instante, pero alteró mi deliberada y voluntaria rutina. Menos mal que todo volvió pronto a la realidad y el vacío ocupó de nuevo mi corazón permitiéndome seguir existiendo.

Volví a una realidad de mierda, pero que me protege como un escudo frente a peligrosas aventuras como el amor, la amistad o la siempre dolorosa felicidad, que te embriaga y te lleva a la tumba entre sufrimientos.

Sabía que me arrepentiría por tomarme otro café y mis tripas me lo han recordado de la peor manera.

Mientras me arrastro al servicio veo en la penumbra de aquel garito triste de barrio prescindible cómo los parroquianos siguen apurando la vida sin mancharla.

 

Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Palma de Mallorca, 25 de octubre de 2021

 

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Materialización

Nuestra extinción como especie se acercaba sin remedio, sin alternativas. Cuando la esperanza de vida de la humanidad podía contabilizarse por meses, la ciencia nos ofreció, in extremis, una sutil esperanza que germinó entre los supervivientes.

La pandemia del COVID 19 constituyó el primer aviso serio. Era cierto que otras pandemias habían asolado la humanidad, pero lo achacábamos a que la ciencia estaba poco desarrollada y los recursos para luchar contra ellas eran pocos y obsoletos. El COVID nos demostró que, a pesar de todos nuestros avances científicos y tecnológicos, un simple virus podía trastocar lo que no habían conseguido dos guerras mundiales y multitud de conflictos regionales.

Las farmacéuticas, gracias a una investigación financiada con fondos públicos, se enriquecieron. Aún así, a todos nos pareció bien porque en un plazo mucho menor de lo habitual dispusimos de vacunas que ayudaron a reducir de forma drástica el número de contagios y de fallecimientos. Los países ricos comenzaron a respirar de nuevo mientras sus bolsas de valores escalaban de forma vertiginosa. Lo que sucediera a la población del resto del planeta no tenía importancia. Todas las propuestas que los organismos internacionales lanzaron para liberalizar las vacunas y hacerlas asequibles a aquellas naciones con menos recursos fueron inútiles. El pastel era demasiado apetitoso como para dejarlo perder.

Fueron pasando los meses y aunque periódicamente aparecían en los medios noticias sobre nuevas mutaciones del virus, nadie les prestaba demasiada atención. Los hospitales se habían vaciado y las personas habíamos recuperado nuestra vida «normal», en la que podíamos llorar a nuestros muertos y acompañarlos a sus sepulturas. Incluso parecía que la pandemia perdía fuerza en las zonas más pobres del planeta.

La nueva mutación, que dotaba al virus de la capacidad de impactar en otros órganos, nos cogió desprevenidos. Ahora no solo atacaba al sistema respiratorio, también al circulatorio. Cuando se intentó reaccionar, los hospitales estaban saturados de personas que apenas podían respirar y otras, las más graves y afectadas por esa nueva variante, se desangraban hasta la muerte en muy pocas horas.

Al llegar a través de los medios de comunicación las fotografías de los efectos de esa nueva cepa sobre la población, se produjeron reacciones de pánico, que se acrecentaron con el tiempo ante la falta de soluciones.

En la mayoría de los países se produjeron avalanchas en el afán de acaparar alimentos, disturbios callejeros y asaltos a centros comerciales. Los gobiernos restauraron la legislación de alarma sanitaria, pero no tuvieron más remedio que acabar aplicando la ley marcial para frenar la anarquía.

Aunque los científicos de los diferentes  continentes comenzaron a colaborar sin descanso para frenar los efectos de la enfermedad, los resultados se demoraban y el desprestigio de la ciencia fue en aumento.

Ocuparon el puesto de los científicos multitud de charlatanes, telepredicadores, orates y otros descerebrados similares que ofrecían soluciones milagrosas apoyándose en unas redes sociales descontroladas. Una nueva edad oscura en la que dominaban los populismos, el oscurantismo y un falso misticismo, que solo servían para incrementar el pánico, se cernió sobre la humanidad.

Como contrapartida y dado que ahora el enemigo era común y no entendía de fronteras e ideologías, las autoridades nacionales e internacionales emprendieron una colaboración sin precedentes, que se encarnó en el refuerzo de la Organización de las Naciones Unidas. La ONU se dotó de fuerzas de combate estables y permanentes, aportadas por los distintos países, pero bajo un mando único. Con su intervención, los desmanes se redujeron hasta un nivel asumible.

A la nueva pandemia le sucedió la sequía al sur del ecuador, que se presentó con una dureza desconocida hasta entonces. Como consecuencia, sobrevino la hambruna, que a diferencia de las anteriores apenas se pudo paliar porque los países tradicionalmente aportadores de fondos estaban limitados por sus propios problemas internos.

Tras la sequía y el hambre llegaron las inundaciones y otros desastres naturales que diezmaron la población de planeta. Los últimos cálculos concluían que esta se había reducido cerca de un ochenta por ciento. Los templos de todas las religiones volvieron a llenarse, pero los milagros no llegaban.

Casi un año después del inicio de los desastres, un descubrimiento que pasó casi desapercibido inició la recuperación del optimismo en una humanidad desesperada.

Un equipo de astrofísicos descubrió un planeta similar a la Tierra en una estrella relativamente cercana. Al parecer podría contener agua y una atmosfera susceptible de permitir la vida humana con ligeras modificaciones al alcance de la ciencia y de nuestros recursos actuales.

Las diferentes agencias espaciales lanzaron una sonda de exploración. Lo pudieron lograr en un tiempo récord colaborando juntas y aprovechando proyectos en avanzado estado de desarrollo. Los datos que proporcionó la sonda permitieron confirmar que el planeta Esperanza, como se le bautizó, podía ser el destino ideal para una humanidad que había perdido la batalla contra la naturaleza y que estaba abocada a la extinción.

A este descubrimiento se sumaron otros. Juntos, permitían ofrecer razonables oportunidades de salvación para nuestra especie.

Mediante la replicación de antiguas investigaciones y el empleo de recursos de la inteligencia artificial, la supercomputación y la física cuántica, junto con el uso de la energía, un equipo multidisciplinar logró transportar materia de un punto a otro. La teletransportación fue posible gracias a la aplicación de algoritmos adecuados a unos equipos diseñados ad hoc. Utilizaron primero fotones individuales, después átomos y finalmente sistemas más complejos, como animales vivos. En un primer momento realizaron los experimentos en distancias cortas, que fueron aumentando en estudios posteriores hasta lograr teletransportar objetos a cientos de kilómetros.

Asimismo, se probó que el fenómeno era aplicable en humanos gracias a los voluntarios que participaban en el programa, que no sufrieron daño alguno tras los experimentos, por lo que quedó demostrado que no había obstáculos insalvables. Las bases del proyecto Terranova habían sido fijadas y al sistema de teletransporte se le llamó Quantum.

La hipótesis que sustentaba Quantum era que si se conseguía la terraformación del planeta Esperanza para que fuera habitable y la teletransportación entre la Tierra y el exoplaneta era factible, la humanidad podría abandonar la que había sido nuestra morada durante millones de años para emigrar en busca de una vida mejor.

Terranova se convirtió en un proyecto universal, al que se destinaron inmensos recursos humanos y materiales. Los medios de comunicación insistían en la maravillosa esperanza que Terranova ofrecía a la especie humana, mientras la retransmisión de todas las actividades que se llevaban a cabo para conseguirlo recordaba la construcción en directo de aquel enorme hospital en China, a principios de 2020, para frenar la pandemia primitiva.

Se lanzaron misiles similares a las bombas de hidrógeno, que no generaban radiaciones nocivas ni residuos, y se realizaron las imprescindibles modificaciones en Esperanza para conseguir su terraformación. Para acortar los tiempos de navegación estelar se aprovecharon por primera vez los agujeros de gusano con un rotundo éxito. Toda la investigación espacial acumulada servía ahora para reducir plazos y aproximarnos a nuestro objetivo. Los niños y las niñas soñaban con ser astronautas y se comenzó un programa global de educación y concienciación para evitar problemas en la masiva emigración que iba a tener lugar en muy poco tiempo.

Las primeras tripulaciones multinacionales que se posaron en Esperanza al asentarse los cambios confirmaron que la atmósfera era respirable sin equipos externos, que había agua en abundancia y que la superficie era susceptible de cultivar, al disponer de minerales y nutrientes similares a los de nuestro planeta.

A pesar de que la mortalidad por la pandemia crecía día tras día, la esperanza de poder huir de ella nos incentivaba para mantener la lucha.

En cuanto fue posible se montaron las estaciones receptoras de Quantum en el planeta Esperanza, junto con las infraestructuras mínimas para permitir la habitabilidad de los que fueran llegando. En bases secretas de ambos hemisferios terrestres se comenzaron a construir lanzaderas y plataformas de lanzamiento. Servirían para enviar, en paralelo con Quantum, equipos y suministros al exoplaneta ahorrando tiempo. Todos los trabajos llegaban de inmediato a la población a través de los medios de comunicación, principalmente en imágenes, aunque sin detalles que permitieran adivinar su ubicación. Algunos conspiranoicos lanzaron advertencias de que todo era un bulo, pero desaparecieron inmediatamente sin dejar rastro.

Los gobiernos nacionales, coordinados, diseñaron protocolos para gestionar las prioridades de teletransporte de sus ciudadanos y ciudadanas. Mientras, se comenzaron a construir grandes instalaciones para albergar las unidades emisoras de Quantum, siguiendo los planos y las especificaciones determinadas expresamente por el comité científico del proyecto. Todos los pasos del proceso eran difundidos y confirmados por las autoridades.

En apenas unos meses todo estaba preparado para iniciar la mayor emigración jamás soñada. Cada unidad emisora contaba con multitud de celdas individuales desde donde se realizaba la desmaterialización de los individuos y su teletransporte hasta la unidad de destino, donde se materializaban de nuevo. El tiempo necesario para cada fase era de milisegundos, lo que hacía muy rápido y eficiente el proceso.

La emigración era voluntaria, pero en la fechas acordadas apenas faltó nadie. El paso por los lugares de emisión era controlado por las fuerzas armadas o los cuerpos de seguridad, pero no se produjo el más mínimo incidente. La secuencia era muy simple, se comprobaba la identidad de cada sujeto, se le vacunaba y accedía a una cabina. Al cerrarse herméticamente la puerta se producía la desmaterialización.

Con júbilo desbordante y eficiencia germánica, la totalidad de la población civil emigró. Una de las escenas retransmitidas por los medios fue la de un centro emisor donde una banda tocaba alegres pasacalles mientras los ciudadanos realizaban entusiasmados los trámites que les aproximaban a su salvación. A continuación, pasaron las tropas y los equipos de control. El último controlador puso el sistema en automático y entró en la celda asignada. Lamentablemente y debido a una tormenta solar, no fue posible emitir imágenes en la Tierra de la llegada de los emigrados a Esperanza tras su materialización allí.

Salvo unos escasos negacionistas y las pocas personas que no se enteraron de las convocatorias efectuadas por las autoridades por diferentes motivos, la población mundial se había trasladado a Esperanza. Los que quedaron en la Tierra no tardarían en desaparecer.

Llevo varios días intentando contactar con el centro de comunicaciones del Arca, pero ya no responde. En su último mensaje aseguraban que la pandemia había conseguido sortear todas las medidas y barreras de protección y que estaba exterminándolos sin que los remedios disponibles sirvieran para nada. Algunos hombres se habían lanzado al agua para escapar y perecieron ahogados o  fueron pasto de los abundantes tiburones.

Me llamo Stefan. Yo era un reputado científico antes de convertirme en un genocida y facilitar la autoextinción de la humanidad. Pero para que puedan comprenderlo debo retroceder en el tiempo.

Cuando los avances de la pandemia y el resto de los desastres naturales arrojaron niveles inimaginables de mortandad, un grupo de científicos, entre los que me encontraba, rescatamos la teoría del «reseteado planetario». Dicha teoría preconizaba que en cuanto nuestro planeta alcanzara un alto nivel de destrucción,  eliminaría la causa de sus males, y la principal era el ser humano. Mediante el encadenamiento y coordinación de desastres naturales con enfermedades y pandemias,  haría lo posible por erradicar a la humanidad para comenzar a reconstruirse.

Convencidos de que dicho proceso se había puesto en marcha y que era imposible detenerlo, planteamos a las autoridades mundiales el proyecto «Nueva Arca», que básicamente consistía en seleccionar a los mejores especímenes humanos para preservarlos y poder iniciar la repoblación de la Tierra cuando finalizara el reseteado.

La condición imprescindible para el éxito del proyecto era la absoluta confidencialidad. Para conseguirla, compartimentamos la información y la manipulamos. Nuestra baza principal fue conseguir que la atención de la humanidad estuviera pendiente de otra cosa. Para ello nada mejor que una razonable esperanza de salvación, la emigración estelar al planeta Esperanza. Un reducido puñado de personas, eso sí, con enorme poder, conocía los detalles y tomaba las decisiones.

Ninguna de las noticias positivas relacionadas con la teletransportación de los seres humanos a otros planetas era cierta, todo era un montaje espléndidamente diseñado y muy bien «vendido» por los medios de comunicación. Solo conocían la verdad los más altos directivos de las cadenas y los técnicos imprescindibles para crear las falsas imágenes que se difundían. Mantuvieron el secreto a cambio de ser incluidos entre los supervivientes; ellos o alguno de sus allegados. Los cosmonautas y el resto de los científicos ajenos al proyecto estaban convencidos de que la preparación se estaba llevando a cabo en bases secretas y jamás sospecharon. La superchería era de tal magnitud que era inimaginable no creer en ella.

La sede del Arca era un pequeño archipiélago de Micronesia, considerado apto para la supervivencia y equipado con todo lo preciso, salvo el transporte. Para mantener el secreto no podían salir de allí ni comunicarse con nadie salvo conmigo. Estaba previsto que cuando hubiera finalizado el proceso de desmaterialización, yo desbloquease su acceso a las comunicaciones. Eso les permitiría acceder al control remoto de unas embarcaciones ocultas en islas cercanas y poder así abandonar su aislamiento.

La desmaterialización era la mayor mentira. En realidad, las unidades de emisión eran una versión 3.0 de los crematorios nazis de la segunda guerra mundial.

Asociando la potencia del láser a un impacto de muy alta energía durante escasos milisegundos, se conseguía vaporizar sin apenas residuos a un ser humano. Esos residuos eran convenientemente aspirados y almacenados en silos. Eran el equivalente a las fosas comunes de Auschwitz, Mauthausen y otros inolvidables campos de exterminio masivo.

Para evitar sufrimientos, antes de entrar a las cabinas se inoculaba a todas las personas un potente anestésico. Éste producía un efecto inmediato y calculado de narcosis y catalepsia que les evitaba los efectos de la desmaterialización. En eso consistían las vacunas de las que los candidatos a la emigración estelar jamás sospecharon.

El fin último del genocidio no era otro que ayudar al planeta a reconstruirse cuanto antes, librándole de su mayor amenaza, nosotros. Lo más curioso fue que todos las personas desmaterializadas estaban alegres y convencidas de que su destino era un planeta en el que las cosas iban a mejorar.

No soy ningún genio del mal, ni un ludita extremo, simplemente llegué a la conclusión de que Nueva Arca ofrecía una mínima posibilidad de supervivencia para la raza humana. Para los no elegidos representaba la manera de evitar un sufrimiento cierto.

Perdí a mi mujer durante el COVID y la recompensa por mi trabajo consistía en que mi hija estaría entre los elegidos y podría salvarse. Ahora sé que eso no ocurrirá y esa certeza me ayudará en lo que me queda por hacer.

No voy a pecar de soberbia y creerme el último hombre sobre la Tierra, pero tengo la certeza, tras el silencio del Arca, de que muy pronto el ser humano habrá desaparecido y quizá el planeta se recupere.

Mientras me dirijo hacia la unidad emisora más cercana atravieso ciudades y pueblos completamente desiertos sumidos en el silencio, como en la etapa del confinamiento. Mi pensamiento divaga y pienso en los instrumentos de la banda que tocaba pasacalles mientras la gente accedía a las cabinas. Esos instrumentos que permanecerán allí hasta que el tiempo y los elementos los devoren. En breves instantes voy a inyectarme la dosis que me corresponde. El sistema para desmaterializarme está en automático y cumplirá su cometido sin fallos, como hasta ahora.

Acababa de amanecer en un remoto rincón de la selva amazónica. Cuy salió del poblado para ir de caza. Formaba parte de una de las escasas tribus incontaminadas que no habían mantenido jamás contacto con la civilización. Miró al cielo y le extrañó no ver rayas blancas, hacía un tiempo que habían desaparecido, como el tráfico por el río.

Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Valladolid, febrero 2021

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Mi barrio

Mi barrio está escalonado. A medida que subes en la escala social, asciendes en la colina.

También los acabados son importantes y cuentan historias. Las paredes de ladrillo anuncian pobreza, las enlucidas y encaladas, posibles. Algunas en lo más alto rompen la tendencia, pero cerca del cielo rigen otras normas. A veces demasiada apariencia es peligrosa y genera envidias y traiciones.

Las calles estrechas suben, rectas y empinadas hacia la zona noble. Los coches no pueden subir, la policía tampoco lo intenta. No es necesario, los cohechos llegan igual.

Rojo, amarillo y pardo dominan un paisaje variado y multicolor. Las terrazas, como cejas, delatan el estado emocional. Si están vacías, hay problemas, si están llenas, festejos. Cejas y música van de la mano, el silencio preludia muerte.

El agua desciende la colina y encharca las zonas bajas, las casa de los pobres. Allí sí que llega el brazo de la ley, aunque sea por delitos leves. Barracas de madera y humedad que atrapan para siempre, grilletes de pobreza y servidumbre.

Antes había una escuela, pero daba mal ejemplo y se quemó. No se puede cambiar lo que siempre fue así. Abajo y arriba, cielo e infierno, poder y muerte.

En lo alto, las antenas de satélite indican quién manda, quién es y quién no es. En eso, el tamaño sí importa. Fútbol y reguetón son la nueva cultura.

Por las noches apenas hay luces, las bombillas, como los sueños, se rompen para ocultar tráficos variados.

La conquista de una parcela junto al cielo se paga con sangre ajena y por encargo. Me harté de tener siempre los pies mojados y temer a la policía. Ahora vivo arriba y me tratan con respeto.

Bartolomé Zuzama i Bisquerra. Valladolid, 14 de marzo de 2021

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